El centro de la ciudad de Pisco ha mejorado, en comparación con la catástrofe vivida en su momento pero es evidente que sus alrededores siguen devastados, sin embargo, hay la voluntad de cambiar la situación, que en anteriores meses era caótica, desoladora y triste. El problema de la delincuencia es un mal insuperable, hasta ahora, y da la impresión que uno está en un pueblito que recién se está creando.
Es increíble que a solo cuatro horas de Lima, tengamos ciudades como Paracas que tiene unas playas hermosas para explotar, con buena afluencia de turistas a pesar de sus problemas, pero la desidia es una constante en nuestro sistema gubernamental. Es una pena que no existan acciones de contingencia para promover y explotar nuestros recursos. Es innegable el aporte cultural de otras ciudades como Cusco, pero hay mucho que hacer a pocas horas de la capital. Los problemas sociales, la corrupción la distribución de la riqueza, no es posible solucionarlos. Me imagino que habrá funcionarios que no desean ser medidos por la misma vara, pero la voz del pueblo es la voz de Dios, y hay una opinión conjunta de que todo está mal y lo seguirá hasta finalizado el mandato presidencial. El auge económico, opacado por la crisis financiera, los intentos por combatir la corrupción tiene bajo los cimientos de Palacio, un nido de ratas, entonces de qué estamos hablando. Vallejo dijo: “Hay hermanos muchísimo que hacer”, los ricos lo hacen, claro que ellos tiran agua para sus molinos y los olvidados que son miles no saben como hacerlo. El timón de país parece estar a la deriva, ojalá no necesitemos un salvavidas y se continúe la senda trazada, con altibajos, pobreza pero aún flotando.